




Realmente creo que uno como persona debe explorar sus limites y ser capaz de saber exactamente hasta donde puede llegar, en especial si se siente el deseo y la
obligación de mostrar a los
demás aquellas cosas que
quizás ellos por sus propios medios no puedan llegar a ver.
Hace un par de meses me fui al
páramo en
Merida. No solo explore mis limites, sino que de alguna manera los supere.
Quería ir a hacer fotos de montaña,
así que me junte con un grupo de guias de alta montaña y escaladores que iban a un
páramo lejano a escalar en una roca virgen. Si hubiese sabido lo que eso significaba, no hubiera ido... Menos mal que no lo sabia.
Salimos de la ciudad de
Merida en la noche, de manera que al amanecer ya
habíamos recorrido las 4 horas de camino que hacen falta para llegar al final de la carretera de tierra que
además de estar en condiciones deplorables, va por el borde de la montaña tallada en el medio de una pendiente que pareciera interminable. Hay que ir en un
vehículo todoterreno manejado por un piloto experto, ya que existe el riesgo de que al
mínimo error el carro caiga dando vueltas por la ladera sin nada que lo detenga hasta la base de la montaña. Eso si, el paisaje es
increíble todo el camino.
Al final del camino hay un caserío donde el tiempo no pasa, de casas distantes, habitado por gente amable y humilde, a 4000 metros de altura.
Ahí comenzo la caminata.
Yo iba bien equipado para acampar en alta montaña, lo cual significa que cargaba un morral inmenso,
además del equipo
fotográfico, no se cuanto pesaba, pero a medida que
subía me
convencía cada vez mas de que era demasiado.
No se cuanto camine, pero se que tarde unas 3 o 4 horas de subidas constantes en un ambiente de
páramo, rodeado de
frailejones y de eventuales
bosquesitos que eran francamente
difícil de atravesar con el morral de 75
ltrs que cargaba a mis espaldas,
había momentos en los que me faltaba el aire, me ahogaba, me daban nauseas, lo cual por supuesto hacia que me
detubiera a recuperarme y pensar una y otra vez en el hecho de que
quizás no estaba (y realmente no lo estaba) en las condiciones
óptimas para realizar una caminata como esa, a esa altura y sin estar acostumbrado a la falta de oxigeno. Realmente no me
averguenzo de confesar que en muchas oportunidades
pensé que no
podría llegar y que
debía, por una
cuestión de salud darme por vencido, y cada vez que lo pensaba me daba cuenta de que si ese era mi limite,
debía comprobarlo, y
así, de reto en reto, llegue al final de la
travesía.
Pero cuando
pensé que todo
había terminado, me percate de que en realidad
estábamos sobre la roca que iban a escalar, ahora
había que bajar de
allí y la mejor manera era en
rapel.
Ahí me di cuenta de que al hacer superado mis limites
físicos, ahora
debía superar mis limites mentales, estaba aterrorizado!
Siempre
había querido aprender
rapel, pero
allá me di cuenta de que esa no era la manera ni el lugar donde
queria aprender, sabia que era
super seguro, que la
probabilidad de accidente era casi nula, pero no estaba
fácil lanzarse colgando por una pared de 25 metros sin ninguna experiencia en el asunto! Pero bueno... En la vida he aprendido a confiar en la
tecnología y en la pericia de los expertos, y bueno, ya que andaba con expertos en la materia, equipados con lo mejor en equipos de
rapel y escalada, baje.
Así pues,
después de haber superado mis
limitaciones físicas una y otra vez, llegue a un lugar
mágico,
valió la pena. Me gustaron mucho las fotos de la escalada y los paisajes eran
increíbles.
El retorno fue otra historia de dolor y
superación personal, de mareos, nauseas y pequeños
desafíos, uno tras otro, me doble un tobillo casi llegando al
pueblito, pero llegue.
Y les digo algo, lo
volvería a hacer!