miércoles, 17 de febrero de 2010

Paramo









Realmente creo que uno como persona debe explorar sus limites y ser capaz de saber exactamente hasta donde puede llegar, en especial si se siente el deseo y la obligación de mostrar a los demás aquellas cosas que quizás ellos por sus propios medios no puedan llegar a ver.

Hace un par de meses me fui al páramo en Merida. No solo explore mis limites, sino que de alguna manera los supere.

Quería ir a hacer fotos de montaña, así que me junte con un grupo de guias de alta montaña y escaladores que iban a un páramo lejano a escalar en una roca virgen. Si hubiese sabido lo que eso significaba, no hubiera ido... Menos mal que no lo sabia.

Salimos de la ciudad de Merida en la noche, de manera que al amanecer ya habíamos recorrido las 4 horas de camino que hacen falta para llegar al final de la carretera de tierra que además de estar en condiciones deplorables, va por el borde de la montaña tallada en el medio de una pendiente que pareciera interminable. Hay que ir en un vehículo todoterreno manejado por un piloto experto, ya que existe el riesgo de que al mínimo error el carro caiga dando vueltas por la ladera sin nada que lo detenga hasta la base de la montaña. Eso si, el paisaje es increíble todo el camino.

Al final del camino hay un caserío donde el tiempo no pasa, de casas distantes, habitado por gente amable y humilde, a 4000 metros de altura. Ahí comenzo la caminata.

Yo iba bien equipado para acampar en alta montaña, lo cual significa que cargaba un morral inmenso, además del equipo fotográfico, no se cuanto pesaba, pero a medida que subía me convencía cada vez mas de que era demasiado.

No se cuanto camine, pero se que tarde unas 3 o 4 horas de subidas constantes en un ambiente de páramo, rodeado de frailejones y de eventuales bosquesitos que eran francamente difícil de atravesar con el morral de 75 ltrs que cargaba a mis espaldas, había momentos en los que me faltaba el aire, me ahogaba, me daban nauseas, lo cual por supuesto hacia que me detubiera a recuperarme y pensar una y otra vez en el hecho de que quizás no estaba (y realmente no lo estaba) en las condiciones óptimas para realizar una caminata como esa, a esa altura y sin estar acostumbrado a la falta de oxigeno. Realmente no me averguenzo de confesar que en muchas oportunidades pensé que no podría llegar y que debía, por una cuestión de salud darme por vencido, y cada vez que lo pensaba me daba cuenta de que si ese era mi limite, debía comprobarlo, y así, de reto en reto, llegue al final de la travesía.

Pero cuando pensé que todo había terminado, me percate de que en realidad estábamos sobre la roca que iban a escalar, ahora había que bajar de allí y la mejor manera era en rapel.

Ahí me di cuenta de que al hacer superado mis limites físicos, ahora debía superar mis limites mentales, estaba aterrorizado!

Siempre había querido aprender rapel, pero allá me di cuenta de que esa no era la manera ni el lugar donde queria aprender, sabia que era super seguro, que la probabilidad de accidente era casi nula, pero no estaba fácil lanzarse colgando por una pared de 25 metros sin ninguna experiencia en el asunto! Pero bueno... En la vida he aprendido a confiar en la tecnología y en la pericia de los expertos, y bueno, ya que andaba con expertos en la materia, equipados con lo mejor en equipos de rapel y escalada, baje.

Así pues, después de haber superado mis limitaciones físicas una y otra vez, llegue a un lugar mágico, valió la pena. Me gustaron mucho las fotos de la escalada y los paisajes eran increíbles.

El retorno fue otra historia de dolor y superación personal, de mareos, nauseas y pequeños desafíos, uno tras otro, me doble un tobillo casi llegando al pueblito, pero llegue.

Y les digo algo, lo volvería a hacer!

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